Para los que no son de Florida, el nombre de Gerardo Trías capaz que no es de los más vinculados al ajedrez floridense. Muchos podrán recordar a Hugo González, Juan José Buday, Alejo Cardozo, Leandro Llugain, Santiago o Alfredo Adib; sin embargo Gerardo, fue, durante muchos años la figura alrededor de la que muchos jóvenes y otros no tanto nos juntabamos luego del almuerzo en la cantina del Democrático, a jugar ajedrez.
En lo personal, yo lo conocí como el padre de Daniel, un compañero de clase de escuela. Pero fue en el verano del 86 un día que llegó a la casa donde estábamos con mis padres alquilando en la coronilla, rocha, el que se sentó a jugar conmigo al ajedrez y me explicó como entender el libro que me había comprado dos años antes: "Como jugar y vencer al ajedrez" de la MI española Natividad Ramini. Ese libro gordo de tapa celeste, estaba en jeroglífico para mi, es que el sistema de anotación español para el que no lo conoce es complicado, sobre todo porque va del 1 al 8 para los dos lados.
Luego, cuando comenzaron los campeonatos liceales por el 90, empezamos a ir al Democrático a jugar al ajedrez con él todos los días de lunes a viernes, salvo enfermo o con alguna audiencia no faltaba. Con Navarrete, Salvat, Latorraca, Gonzalo Rodríguez, eramos alguno de los jóvenes que íbamos todos los días a jugar con él y otros adultos más (Arregui, el Bocha, Jaimito, el Pato Martínez, el Mago González, entre otros). Nos enseñó varios trucos, como el mate del greco, o la importancia de la columna c en el gambito de dama. Fue el autor de una famosa frase: "La Dama de Pérez", esa dama que en la escandinava todos la intentaban encerrar y casi siempre se escapaba.
Un recuerdo que no se me va a borrar nunca fue el día que le llevé a un niño de 10 años llamado Santiago para que jugara un partido con él antes de que se operara. Fue su última partida en el tablero del Democrático.
Más allá de los triunfos que haya tenido en la vida, como esposo, padre o profesional de la abogacía, para nosotros su mayor éxito fue el amor que nos inculcó por el ajedrez. Por eso, y esperemos por varios años, en marzo se va a seguir haciendo este torneo en su honor.
En lo personal, yo lo conocí como el padre de Daniel, un compañero de clase de escuela. Pero fue en el verano del 86 un día que llegó a la casa donde estábamos con mis padres alquilando en la coronilla, rocha, el que se sentó a jugar conmigo al ajedrez y me explicó como entender el libro que me había comprado dos años antes: "Como jugar y vencer al ajedrez" de la MI española Natividad Ramini. Ese libro gordo de tapa celeste, estaba en jeroglífico para mi, es que el sistema de anotación español para el que no lo conoce es complicado, sobre todo porque va del 1 al 8 para los dos lados.
Luego, cuando comenzaron los campeonatos liceales por el 90, empezamos a ir al Democrático a jugar al ajedrez con él todos los días de lunes a viernes, salvo enfermo o con alguna audiencia no faltaba. Con Navarrete, Salvat, Latorraca, Gonzalo Rodríguez, eramos alguno de los jóvenes que íbamos todos los días a jugar con él y otros adultos más (Arregui, el Bocha, Jaimito, el Pato Martínez, el Mago González, entre otros). Nos enseñó varios trucos, como el mate del greco, o la importancia de la columna c en el gambito de dama. Fue el autor de una famosa frase: "La Dama de Pérez", esa dama que en la escandinava todos la intentaban encerrar y casi siempre se escapaba.
Un recuerdo que no se me va a borrar nunca fue el día que le llevé a un niño de 10 años llamado Santiago para que jugara un partido con él antes de que se operara. Fue su última partida en el tablero del Democrático.
Más allá de los triunfos que haya tenido en la vida, como esposo, padre o profesional de la abogacía, para nosotros su mayor éxito fue el amor que nos inculcó por el ajedrez. Por eso, y esperemos por varios años, en marzo se va a seguir haciendo este torneo en su honor.
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